Lectura: Mateo 6:19-21

Contaba un misionero: «En un viaje de enseñanza a Togo, en el África Occidental, noté cientos de edificios abandonados que estaban medio construidos. Le pregunte a mi anfitrión misionero porque había tantas estructuras incompletas. Su respuesta fue sorprendente.

Aparentemente, la ley togolesa permite que una parte dañada exija un pago del efectivo disponible de los miembros de la familia de la persona que los daño. Ni los parientes lejanos están exentos. A fin de evitar que sus ahorros en efectivo sean embargados por medio de alguna acción legal, las personas compran más bien tierras. Lentamente, algunas veces a lo largo de décadas, construirán una casa en dichos terrenos con cualquier efectivo de más. Los cientos de edificaciones incompletas eran testimonio de cuan fácil es que uno pierda sus posesiones materiales».

Ciertamente esta era parte de la razón por la que nuestro Señor enseñó, «No os acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban» (Mateo 6:19). El tesoro que es de este mundo es vulnerable a que se pierda, lo roben, lo destruyan, o lo devalúen. Si ese es nuestro enfoque, sólo experimentaremos frustración.

Si en vez de ello nuestros corazones se ven atraídos hacia el valor de lo eterno -el carácter piadoso, las relaciones, las almas- no seremos decepcionados. Nos volveremos ricos en las cosas de Cristo. ¡Y el tesoro en el cielo nadie se lo puede llevar jamás!

1.  ¿Por qué crees que es tan poco atractivo para nosotros la inversión en las cosas celestiales?

2. ¿Por qué crees que somos tan facilmente atraidos por lo temporal?

NPD/WEC