Mártires de la Fe

Te perdono

Abad Iscu, Rumania, 1951

Iscu era un religioso rumano que había sido aprisionado por su fe, y luego de muchos años de tortura, yacía en silencio aguardando la muerte en la prisión de Targu Ocna como resultado de las, torturas que sufrió a manos de sus captores comunistas. Hablaba muy poco y se veía sereno mientras sentía que el cielo se acercaba. Si hablaba, sus palabras llevaban el peso de la eternidad y toda la atención en el pabellón de repente se centraba en él para escucharlo.  Sin embargo, en cada aliento revelaba el dolor que destruía su cuerpo.

Al otro lado de él, horrorizado al ver a este hombre, yacía otro prisionero al borde de la muerte también. En otro tiempo fue un funcionario comunista y por órdenes de él torturaron a Iscu muchas veces hasta casi matarlo.  Había sido un fiel comunista y sin embargo ahora compartía la celda con esos que le habían dicho que, por amor al partido, había hecho que se “retractaran de la superstición cristiana”

Como resultado de algo que ninguno de los demás prisioneros jamás comprendió, sus propios camaradas lo arrestaron y torturaron también.

Aunque este exfuncionario estaba al borde de la muerte, no iba a encontrar paz en ella. Y a medianoche se despertó bañado en sudor y buscó a tientas el brazo de la persona que tenía cerca. Sabía que la mayoría en ese pabellón eran cristianos, así que suplicó en oración: “He cometido crímenes horribles. No encuentro descanso. Ayúdenme, por favor”.

A causa del frío calabozo y de que nunca se sabía si era de día o de noche, muchos en la celda estaban todavía despiertos. Ante las palabras del torturador comunista, Iscu les indicó a otros dos creyentes que vinieran y lo ayudaran. Con su colaboración, lo levantaron de la cama y los llevaron al ex-oficial, donde lo sentaron junto a la cama de este.  Iscu extendió su confortadora mano y la colocó en la cabeza de su ex-verdugo.  “Tú eras joven y no sabías lo que hacías. Te perdono y te amo, como lo hacen todos los otros cristianos que maltrataste.  Y si nosotros salvados por Jesús podemos amar así, cuánto más Dios está preparado para borrar toda la maldad que has hecho, a fin de limpiarte por completo. Sólo arrepiéntete y acepta a Jesús”.

Así que en esa celda común, los demás escucharon la confesión de un asesino a uno de los hombres que sería asesinado por su culpa. También escucharon al que sería asesinado absolviendo a su captor. Al final de sus oraciones se abrazaron se dieron un beso santo, tal y como era la costumbre de los cristianos en los tiempos de Jesús (Rom.16:16), así como también es costumbre en esos países.

Ambos murieron esa noche y deben haber entrado juntos a la presencia del Señor. Era la época cercana a la Navidad.

En verdad, no hay acción más revolucionaria que amar a esos que nos han perseguido y perdonarlos.

“Pero a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los insultan. Si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también la otra; y si alguien te quita la capa, déjale que se lleve también tu camisa. A cualquiera que te pida algo, dáselo, y al que te quite lo que es tuyo, no se lo reclames. Hagan ustedes con los demás como quieren que los demás hagan con ustedes… Ustedes deben amar a sus enemigos, y hacer bien, y dar prestado sin esperar nada a cambio. Así será grande su recompensa, y ustedes serán hijos del Dios altísimo, que es también bondadoso con los desagradecidos y los malos. Sean ustedes compasivos, como también su Padre es compasivo.

No juzguen a otros, y Dios no los juzgará a ustedes. No condenen a otros, y Dios no los condenará a ustedes.  Perdonen, y Dios los perdonará”. (Lucas 6:27-31; 35-37 NVI)

Adaptado del libro: Locos por Jesús – Vol II, pág.122-123