Lectura: Apocalipsis 21:1-8

Mi amigo y yo vimos con interés la construcción de un edificio de 26 pisos en el centro de ciudad.  Conforme observamos el desarrollo de la impresionante estructura, discutíamos la habilidad y técnicas del proceso de construcción.

Luego de que terminaron la inmensa obra, me pareció interesante caminar por el hermoso complejo y pensar en las personas que vivían en los apartamentos de los niveles superiores.  Vivían en  una zona céntrica, en un entorno de lujo, y con una magnífica vista de la ciudad. Oí a un transeúnte decir: “Si tan sólo pudiera conseguir ese apartamento en el último piso, podría vivir allí para siempre.”

Cuando oí a esa persona empecé a pensar en la lógica de esa posibilidad.  Imagina pasar la eternidad en cualquier lugar en esta vieja tierra.  Los edificios se deterioran.  Barrios cambian. Las naciones colapsan.  Las condiciones mundiales empeoran.  El tratar de capturar lo mejor de este mundo y aferrarse a ello para siempre, sería perder las gloriosas maravillas del cielo, que se nos narran en la Biblia.

¡Cuán terrenal puede ser nuestra forma de pensar!  Ningún creyente en Jesucristo debe querer pasar la eternidad en este mundo tal como es.  Los creyentes estamos en un proceso de mudanza que inicia en este mundo y termina con nuestra futura morada celestial (Filipenses 3:17-20).  Sólo cuando llegamos a nuestro lugar permanente en el cielo, podremos decir: ¡“Yo viviré aquí por siempre!”

  1. Es muy bueno pensar en el futuro y  en las bendiciones que vendrán, sin embargo en trascurso del camino al hogar, tendremos que trabajar arduamente por amor a nuestro Señor y pasar algunas dificultades temporales, que en nada opacarán nuestro destino final.
  2. ¡Cuánto más miremos a nuestro destino celestial, menos desearemos las temporalidades de la tierra!

NPD/DCE