Lectura: 2 Timoteo 1:8-12

Tocaron a la puerta del hogar de un joven padre de familia. Cuando el joven contestó a la puerta, le saludó alguien a quien nunca antes había conocido – un hombre amigable de una iglesia cercana que pasó para saludar.

Su agradable comportamiento y amables palabras impresionaron al padre y ambos acordaron volver a reunirse. Cuando lo hicieron, el visitante le presentó al hombre el Evangelio de Jesucristo. Tanto él como su esposa confiaron en Jesús como su Salvador.

Eso lo cambió todo. La pareja comenzó a asistir a la iglesia y sus seis hijos se convirtieron en creyentes en Cristo. Finalmente, el papá llegó a ser maestro de escuela dominical y diácono.

Una de las hijas de esta pareja creció y llegó a ir a la misma universidad cristiana a la que yo asistí. El nombre de esa estudiante era Sue, y desde la primera vez que ví a esta linda chica de Grand Rapids, quedé locamente enamorado. El hombre que contestó a la puerta finalmente se convirtió en mi suegro. Ese embajador de puerta en puerta no sólo cambió a un hombre, sino a toda una familia y los resultados siguen resonando.

Pablo nos animó: «Que vuestra conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada persona» (Col. 4:6).

  1. ¿Sobre la vida de quién, sobre el futuro de quién, tendrás un impacto?
  2. La cuestión como diría el escritor es: ¿Estás dispuesto a tocar la puerta y hablar?

NPD/JDB