Lectura: Colosenses 1:9-14

Se cuenta la historia de un vendedor que vendía rosquillas a 50 centavos cada una en un puesto de comida en la esquina de una calle. Un corredor pasó corriendo y lanzó un par de monedas de 25 centavos dentro del tarro pero no tomó rosquilla alguna. Hizo lo mismo cada día durante meses. Un día, cuando el corredor estaba pasando, el vendedor lo detuvo. El corredor preguntó: “Probablemente quiere usted saber por qué siempre echo dinero pero nunca tomo una rosquilla, ¿cierto?”. “No” -dijo el vendedor- “sólo quería decirle que las rosquillas han subido a 60 centavos”.

Demasiado a menudo, como creyentes, tratamos a Dios con ese mismo tipo de actitud. No sólo somos desagradecidos por lo que Él nos ha dado, sino que queremos más. De alguna manera creemos que Dios nos debe buena salud, una vida cómoda, bendiciones materiales. Por supuesto, Dios no nos debe nada, pero nos lo da todo.

G. K. Chesterton escribió: “Aquí muere otro día, durante el cual he tenido ojos, oídos, manos, y el gran mundo a mi alrededor. Y otro comienza con el mañana. ¿Por qué se me permiten dos?” El Salmista dijo: “Este es el día que el SEÑOR ha hecho; regocijémonos y alegrémonos en él” (Sal. 118:24).

1. Cada día, sea bueno o malo, es un regalo más de nuestro Dios. Nuestra respuesta agradecida debe ser vivir para agradarle.

2. Y que te parece si hoy NO le pides NADA, tan sólo agradece por TODO lo que Él te ha dado.

NPD/CHK