Lectura: Salmos 30:4-12

A diferencia de algunos miembros de mi familia – que se mueren por esquiar de descenso – yo no espero el invierno. Cuando cae el primer copo de nieve, inmediatamente comienzo a calcular cuántos meses quedan del invierno de Michigan.

Imagina el ficticio mundo de Narnia, de C. S Lewis, donde siempre había sido invierno por cien años. La nieve fría y húmeda – sin la esperanza de que la primavera alguna vez llegara para erradicar los recuerdos de las temperaturas heladas y de las pilas de blanca nieve. Pero lo peor de todo, es que la Navidad nunca llegaba a Narnia. ¡Siempre invierno y nunca Navidad! Para mí, la mejor parte del invierno es la expectativa, la emoción, y la maravilla de la Navidad. La vida es sombría cuando no hay nada que esperar.

Existen algunas almas que están encerradas en el invierno. La dureza de la vida ha congelado sus corazones. Decepcionados con la vida, encuentran que cada día está lleno de desesperación. “El llanto puede durar toda la noche,” nos dice el salmista, “pero a la mañana vendrá el grito de alegría” (Salmos. 30:5). En los momentos más oscuros de nuestras vidas, Dios anhela convertir nuestro “lamento en danza” (v.11).

David escribió, “Cuando mis inquietudes se multiplican dentro de mí, tus consuelos deleitan mi alma” (Salmos 94:19). Si llamas a Dios en medio de tu “invierno,” puedes experimentar el gozo del Cristo de la Navidad hoy.

1. ¿Estás viviendo en el invierno eterno de una vida sin Dios?  Jesús te está esperando en el cálido verano del perdón.

2. Si tendrás continuarás teniendo algunos días de invierno, pero siempre sabrás que el verano te espera. ¿Qué quieres hacer con el resto de tu vida?  La decisión te afectará eternamente.

El llanto puede durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría. -Salmos 30:5

NPD/CHK