Lectura: Mateo 11:25-30

Es posible que hayas escuchado a alguien decir: “Soy tan humilde, no crees”, “No entiendo porque otros no han notado mi excelente trabajo” o “escribí el libro sobre la humildad y estoy muy orgulloso de haberlo logrado”.  Sin embargo por simple lógica, la mayoría no asocia en serio, su nombre con la palabra humildad en la misma oración. Sabemos que en el momento en que reclamamos para nosotros la cualidad de la humildad, esta automáticamente deja de ser aplicable a nosotros.  Lo que parece irónico es que la falta de humildad también es castigada por la sociedad en que vivimos, para muestra veamos esta frase: «La falta de humuldad es el vicio más frecuentemente castigado, y, sin embargo, el más difícil de curar.»  No obstante que dificil es ser algo con un estandar tan dificil de alcanzar, es por ello que muchos se ven tentados a predender ser humildes.

La humildad y sin la pretensión ¿será posible? Miqueas 6:8 proporciona una pista vital. Miqueas no dijo: «Sé humilde», o «Anda humildemente.» Él dijo, “camina humildemente con tu Dios.»  Su consejo señaló la necesidad de una fiel dependencia hacia Dios y fue una verdadera antesala previa a las palabras del Señor, “Pónganse mi yugo. Déjenme enseñarles, porque yo soy humilde y tierno de corazón, y encontrarán descanso para el alma.” (Mt. 11:29).

Jesús demostró humildad, caminando en una total dependencia de su Padre (Juan 5:19,30; 8:28) y sirviendo a los demás (Mateo 20:28).   Se nos pide solamente que tomemos Su yugo y caminemos humildemente con el Padre, sólo así aprenderemos la verdadera humildad.

1. ¿Humildemente dependemos de Dios, o simplemente pretendemos ser humildes?

2. Aprender a caminar humildemente, comienza de rodillas.

NPD/YD