Lectura: Mateo 25:31-46

Según la leyenda, San Francisco de Asís (1182-1226) estaba montando un día en su caballo, cuando vio a un leproso al borde del camino, pidiendo limosna. Desmontó, le dio una moneda, y lo besó en la mejilla. Cuando Francisco se alejó, miró hacia atrás y pensó por un momento que había visto a Cristo mismo, en el lugar donde estaba el mendigo.

Esta historia ilustra una verdad bíblica maravillosa: Servimos al Señor cuando servimos a una persona necesitada. Jesús lo dejó claro cuando dijo que toda la bondad mostrada a los hambrientos, los sedientos, las personas sin techo, los enfermos, los indigentes y los presos será vista como si hubiera sido hecho directamente a Él (Mateo 25:40,45).  Jesús se identifica tan íntimamente con los oprimidos que servirles en Su nombre, es lo mismo que servirle a Él.

Tenemos la tendencia a limitar nuestro servicio a Cristo pensando que los ministros y misioneros son los más capaces de hacerlo.   Cada vez que nos extendemos a ayudar a otros en el nombre de Jesús a través de actos de servicio y amor, el mismo Jesús estará allí a pesar de que no lo podamos ver.  Y algún día, cuando estemos delante de Él, Él recordará nuestras obras de amor realizadas en Su nombre y nos dirá: «¡Bien hecho!»

1. Vamos a seguir sirviéndole a Él, al servir a otros.

2. Una manera de servir a Cristo, es cuando servimos a los necesitados.

NPD/DDH