Lectura: Mateo 21:1-11

La gente suele hablar de burros en términos de menosprecio.  Usted puede haber oído la expresión: «Yo soy una persona que tiene que hacer de todo y trabajo como un burro» o «Fulano de tal es tan terco como una mula» (una mula es un medio burro).

Estas palabras desestiman los aportes de un animal que verdaderamente es muy valioso. Los burros han servido a la humanidad durante miles de años. Hace mucho eran apreciados como un símbolo de humildad, de mansedumbre y de paz.

En tiempos bíblicos, los burros que nunca habían sido montados eran considerados como especialmente adecuados para los propósitos religiosos. Así que fue muy apropiado que Jesús envió de un burrito (pollino) para realizar semejante tarea real de llevarlo a Jerusalén. ¿Cuán envidiable fue la misión de este burro! ¿Cuán semejante es nuestra misión como seguidores de Jesús?

Un misionero en China se llamaba a sí mismo el “burro del Señor.”   Ella era una creyente humilde, que «llevaba» a su Señor con fidelidad, ciudad tras ciudad, formando a otros a seguir los mismos pasos.   El Señor tiene necesidad de muchos de estos “burros” en el mundo actual, gente humilde, que lo llevará a sus diferentes  destinos (Jerusalén) para darlo a conocer.

1. Al igual que el burrito que fue desatado para el uso por Jesús (Marcos 11:4-5), nosotros también debemos ser liberados de las ataduras mundanas para que podamos servir a Cristo. ¿Estamos dispuestos a hacer el trabajo del burro?

2. El trabajo humilde se convierte en santo, cuando ese trabajo se hace para Dios.

NPD/JY