Lectura: Romanos 8:28-39

Darcie Claesson estaba viendo la televisión con su hija Emily de 3 años de edad, un día cuando estaban viendo un noticiero, llegó suceso de último minuto sobre una persona famosa que había muerto.  La reacción inmediata de Emily fue: “¿Va al cielo?” Cuando su madre le explicó que iría al cielo tan sólo si él, le había pedido a Jesús que fuera su Salvador, Emily procedió a hacer la misma pregunta acerca de cada miembro de la familia que se le ocurrió.

Para no quedarse afuera del tema, Emily añadió: “¿Sabes qué, mamá?” “¡Eso es genial!” “Hablé con Jesús en el teléfono el otro día, y le pedí que entrara en mi corazón.”, A lo que respondió Darcie: “Pero, ¿cómo sabías su número?” Su respuesta fue sencilla, pero profunda: “¡Él me llamó!”, dijo en su inocencia infantil.

Emily no lo sabía, pero su respuesta revela una verdad profunda que distingue al cristianismo de todas las religiones en el mundo.  Las cuales requieren que hombre trate por sus medios de llegar a Dios, pero en el perfecto plan de Dios para el hombre, se ideó que Él fuera quien iba a tomar la iniciativa del contacto.  A través del Espíritu Santo, Él nos llama al arrepentimiento.  Todos los que han aceptado a Jesús como su Salvador, han respondido afirmativamente al llamado del Espíritu Santo (Rom. 8:30).

¡No te parece que es un honor el haber recibido una llamada personal de Dios! Y qué bendición la que Él da, al permitirte responder: “¡Si gracias acepto tú regalo, que no merecía, pero aun así pagaste el precio de muerte que había sobre mi vida, debido al pecado, gracias Señor!”

1. ¿Y tú has escuchado Su llamado para ti?  Sí, Dios te está llamando hoy, confía en Cristo su Hijo, respóndele con una fe simple en la obra de la salvación que Él ya realizó por amor a ti.

2. La salvación es un don, un regalo inmerecido que se recibe, no una meta que se alcanza. (Ef.2:8-10).

NPD/DB